El origen del club
mickeymouse. Historia reconstruida gracias a la ayuda de mi vieja compañera de
batalla Punkadik.
Dejamos a los churris en
casa porque era el finde RESERVADO de hacía semanas para nosotras solas... Entre
las tres posibilidades, Cuenca, Salamanca o el Dragon Destroyer
Festival Santa Fé Granada, hubo unanimidad, en realidad no había nada que hablar. Un coche, tres
amigas y un destino. Salimos de Madrid siendo las mil y llegamos a las veinte mil. Doce horas para llegar y eso que teníamos GPS.
¡¡Un frío...!! “Nos pusimos
toooda la ropa que teníamos…”. Una oscuridad... “no sabíamos dónde aparcar ni
por dónde ir para no atropellar a ningún zombie…” y una mala ostia por la
regla... “habitual en mí cuando me voy de festival, no falla”, dice Punkadik.
Tirititando de frío nos
echamos unos cubatas (cinco de la mañana), ponemos la
tienda y muy pronto aparece una tía de la nada, ofreciendo
unas cápsulas de no sé qué y diciendo “me cago en la gente que no recoge la
mierda de sus perros, luego el mío se las come y se pone to ciego”. Cuando se fue empieza nuestro desvarío con los nombres originales de perros.
- ¿Cómo
se llama tu perro?
- “Como
tú”, “Que te den”, “Hasta luego”, “Qué dices”, “Tu puta madre”, “Y a ti qué”… y
así sucesivamente, paranoia que volvió muchas veces
Nos animamos y nos
fuimos a la rave más cercana a por algo interesante. Cuenta Punkadik,
“cuando empieza a amanecer decido sacar las MickeyMouse®, (conseguidas gracias
a mi amigo Gabri, al cual amaré toda la vida por ello)”, unas nuevas pastillas venidas de Amsterdam, y a partir de ahí entramos en un mundo mejor que todos los
eurodisney juntos habidos y por haber en toda la galaxia.
Todo se distorsiona y el
día nublado se empieza a volver colorido. Diversión incontrolada y a la vez muy muy
dueñas de ella, no se puede explicar. “A mí me dio por mirar el micra azul
eléctrico de mi madre, ¿por qué... ¿por qué?? Pues no lo sé, creo que me
absorbía sin más, igual que el monte y cualquier cosa que hubiera a mi
alrededor. También recuerdo haberte mordido bestialmente, ¿por qué? Tampoco lo
sabemos...”.
"Recuerdo que Réquiem, la otra amiga, se enamoró de un tío al que las Mickeymouse® le hicieron un favor haciéndole parecer menos feo, que alguna de las dos quería mear y yo la incitaba a hacerlo prácticamente en medio de la karretera”.
El monte era morado y había
olivos, los coches entraban en el cosmos. No podíamos parar de descojonarnos y
de inventar cosas nuevas “¿quién ha echado vodka en mi speed?”, imposible ejecutar una acción normal por más que quisiéramos. Me levantaba del suelo haciendo un esfuerzo y les quería decir a los de al lado si nos daban una cerveza. Me
acercaba y no podía hablarles, me tronchaba. Tres veces lo intenté. Idas giradas mortales, pero muy intelectual, no eran chorradas, eran verdades ocultas.
Miré la hora pensando que serían las cuatro de la tarde y solo eran las once de la
mañana… sólo de pensarlo se me encoge el alma. Después de un rato juntando
concentración y cursión, logramos emprender la acción de buscar un sitio para
mear. Ya no volvimos más a la tienda en 15 horas. Un mundo suurreal. Punkadik se acercó a un chico muy rubio y
le dijo “¿eres albino?”, “no”, “pues entonces eres negro”. Yo
intentaba comer aceitunas de los árboles y me caía al suelo de lo malas que
estaban. Ya no sabíamos cual era la misión, sólo andar y andar errantes y ácidas, conquistando realidades nuevas. Se nos acercó a hablar la chica de Malviviendo, la que su personaje
se traía kilos de porros de Marruecos metidos en la vagina. No éramos ni
zombies, éramos escuerzos de otra galaxia, por momento yo miraba a la gente del festival
como si no fuéramos de la misma raza. Nos fuimos caminando por un mercadillo, les pedía que me compraran una falda flamenca, era lo que más quería en el mundo. Llovían chaparrones. No sé cuántas horas habían pasado...
Todo estaba mojado y nos
invitaron a sentarnos bajo una carpa azul. Ahí conocimos a dos gallegos muy locos
(que en ese momento parecían normales) y con ellos nos fuimos de misión.
Perdí el dominio de mi cuerpo hasta coger la forma de un baffle, creo que a Réquiem le
pasó lo mismo, y Punkadik no se podía sostener en pie, pero se hacía caldo también.
Empezó a llover y a hacerse
de noche. Nuestros colegas gallegos se convirtieron en barro, se tiraban en plancha por
las cuestas. “El barro es Dios”. Se sabían todos los puntos de venta de
tripis, pero no se acordaban de dónde estaba su camión, donde tenían su fábrica. Fuimos por todo el festival, pero nadie tenía nada ya. Juntamos un
poco de cada cosa, un poco spid, otro poco coca, m, y se hicieron una raya
gigante. Yo cuando vi eso ya no pude más y perdí el habla. Me fui y me quedé al lado de un tonel con fuego de un vendedor de bocadillos y birras. Empapada y
con las manos casi tocando el fuego, algunos que pasaban me preguntaban si era
guiri y yo con la cabeza les respondía que no.
Réquiem se metió en la
tienda y no quería abrirle a nadie y Punkadik se fue con los gallegos. Su
testimonio. “Por la noche (o vete tú a saber cuando) yo me fui a la tienda con
el gallego vizco, xako (ya podía haber sido el otro, pero yo en ese momento era
feliz con cualquier cosa, a él también le hicieron un favor las mikis...)”.
Y bueno, ante la lluvia y más lluvia y frío y nuestro estado de shock, al día siguiente volvimos a
casa, no había nada más que hablar. El Dragón nos comió en 24 horas. Imagínate la gente que se
pega un mes allí, que es lo que dura el festival. Like a virgin touched for the very
first time. Sin saber qué coño nos había pasado. Sólo que era el principio de algo
muy grande.
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