Estábamos hablando de viajes. “Todavía me estoy recuperando
de este fin de semana”. Dice ella. Estuve despidiendo la década de los veinte y
terminé a las dos de la tarde, tomando cocaína como si la regalaran. “¿Te la
regalaron, por lo menos?". Ella me cuenta una
historia que termina en “solo hace falta que uno baje la guardia para
infectarnos todos”.
Entonces le hablo yo de mi viaje chamánico de alcohol.
Montamos un show lésbico en una conocida discoteca de mi pequeña ciudad. "Echamos a los gogós del ´pódium’ y nos vinieron a llamar la atención como
cuatro veces". Aclarar que yo ya he cumplido los 30. "Habíamos bebido mezcal, jager y mucha agua. La cantidad, imposible saberla. Sudamos tanto que ni fuimos al baño". Y
así es cómo nos consolamos un lunes a punto de cambiar de década.
“Yo ni me acuerdo cuánto llevo sin cocaína, pero no porque
haga mucho tiempo, sino por cómo me pongo”, le digo. Una vez un buen amigo y
amante porteño me dijo “siempre vamos a estar dejándolo todo. A ratos se consigue, pero al final siempre todo vuelve.” Y lo que yo digo es, mientras haya periodos de descanso, habrá equilibrio. El yin drogarse y yang abstenerse.
Tanto para mi amiga como para mí, los viajes y las drogas
han sido muy importantes en nuestro trayecto. Y también los viajes de drogas y las
drogas de viaje. Hoy en la conversación también hemos tenido un momento
reflexivo. “¿Crees que nos han beneficiado o perjudicado?”, pregunta ella. Y
mi respuesta es rotunda: Sin drogas no hubiera sido igual. Nos han llevado a
sitios remotos y eso en todo viaje es
positivo. En nuestro caso particular, yo creo que les
tenemos mucho que agradecer.
Dentro del mundo de las drogas hemos tenido nuestra
evolución y hemos sido sabias para decidir lo que sí y lo que no. Yo antes no
podía estar más de seis meses sin tomar alucinógenos para resetear, llenarme de
amor y ver el mundo otra vez con los ojos del mundo. Ahora llevo más de nueve meses. He encontrado una meditación que da respuestas a mis preguntas.
Porque la meditación, como el trabajo, como los viajes, también es una droga.
Y la conversación ha terminado con un, “tenemos que viajar
más, pero a lugares outsider.” Define outsider, le pido. “ Lugares como el
rainbow, que aunque esté en Italia está muy lejos, o las 3.000 viviendas
de Sevilla”. Para estar lejos no hace falta moverse en la geografía. Incluso
las drogas son un medio de transporte que no siempre hace falta. Al volver a
casa, sólo hemos de mirar la suela de los zapatos (lo que hemos perdido) y las alforjas (lo que hemos ganado) para hacer un balance justo, sea cual sea el viaje.