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13 nov 2011

La mamá de mickey

Llevaba semanas en el infierno y con un azaroso impulso vi mis pies metidos en la Apothecary, una tienda en mi calle donde me vendieron un pasaje al cielo. Me habían dicho que en estas tiendas puedes pedir de la droga que quieras su equivalente en natural. Entré diciendo "dame algo como el LSD", insistió el de la tienda "mejor llévate este sobre que es como el éxtasis". Yo, "no, LSD, please". Y me trajo unas semillas marrones tamaño canica, conocidas como LSA, la mamá del LSD.

Había fiesta pagana en Carlton Hill, una de las cuatro colinas de Edimburgo, concretamente donde llevaban a las brujas para quemarlas.  Hasta el final de la noche no llegué a entender lo que era una fiesta pagana. Eso y todo lo demás.

Fuego, disfraces, oscuridad. Gente desnuda con los cuerpos pintados, confusión, amigos dispersados, columnas en llamas, frío, cabalgata de demonios, bailes paganos y duendes o personas disfrazadas de duendes. 




EL DESPEGUE

No sabía si tomar la nave espacial que tenía en el bolsillo, pero en realidad no había elección. El viaje fue digamos bastante duro. De hecho quería abandonarlo, llegar a casa y rezar por volver a la normalidad, poder dormir y curarme con infusiones de ese oscuro mal demoníaco. Pero mi destino era seguir en la nave.

 
Tres horas de envenenamiento que parecieron seis, pensaba que me moría. Malestar general, mareos, vértigo, arcadas, dolores, éramos como una esponja colmada de veneno… ¡desesperación! Miedo a quedarme sola, ganas de ir al hospital. Multiplica por mil Trainspotting, Requiem for a dream y Miedo y asco en Las Vegas y ni siquiera andarás cerca. Yo misma me repetía mensajes de autoayuda “todo va a ir bien, tesoro” “la mente es poderosa, vas a poder con esto”... ¡claaro!

Borrachas y felices Andrea y Sara se fueron a dormir. Mónica también, que iba en la misma nave espacial y dijo "sólo quiero tener al lado un cubo para vomitar y esperemos que mañana esté bien". Cris, la tercera ocupante, se había ido al Forest y tenía el móvil apagado. Yo no quería ni pensar en el camino a casa, ya no hacía frío, pero seguía siendo un flan. Jackson y yo nos quedamos en la calle fumando un porro (yo no, no podía ni dar una calada de nada) y luego nos quedamos unos minutos en un bucle de pasividad y malestar con la cara inclinada sobre las rodillas él y yo apoyada en un coche.

Jackson se fue, con un amarillo que le dio, y yo al fin afronté mi situación de soledad. Aplasté los miedos y decidí actuar como cualquier día normal: encendí mi mp3 y tomé el camino que he hecho tantas veces hasta mi casa. Una voz en mi interior iba diciendo lo que tenía que hacer y comentando todo.

LA LLEGADA

A los cien metros, subiendo una cuesta, pensé 'noooo', y vomité unas cuantas veces. Cuando me estaba limpiando, para gran agradable sorpresa… ¡ya estaba perfectamente! ¡Mejor que nunca! La portera de la discoteca de enfrente me trajo agua y pañuelos y cuando recobré el aliento la nave aterrizó, había llegado a mi destino, empezaban las vacaciones de verdad.


LUNA DE MIEL Y CHOCOLATE

Me encontraba tan feliz de haberme librado de ese envenenamiento que tenía que aprovechar al máximo mi Nuevo Estado. Esas semillas de LSD natural ponen el cerebro patas arriba y por eso el proceso es tan doloroso, para purgarte y poder resetear todo lo que hemos aprendido erróneamente y volver a ser como bebés. Apreciarlo todo, apender a la velocidad de la luz, divertirnos, dar la vida y el alma al presente…

Me sentía desdichada. Flotaba mi alma. Y entonces decidí que iba a hacer sólo lo que me apeteciera en cada momento. Mi voz interior seguía hablando. Me senté en la puerta del Poundland al lado de un hombre que tocaba un xilófono de colorines y ahí empece a organizarme la noche, “llego a casa, me hago una manzanilla, me meto en la cama…” y todo el rato me repetía “no tengas miedo al cambio, sabes que luego siempre te encuentras mejor”.

Pensando, pensando... "A veces nos encasillamos en un lugar y una situación sin saber por qué, en verdad estás perdiendo el tiempo pensando que te quieres cambiar y no estas exprimiendo la situación. No te esta aportando nada, ni bueno ni malo y tú por ti mismo generas mal rollo, ¡porque te quieres ir! Entonces empecé a caminar, traquilamente, disfrutando de cada paso y al lado de la puerta del tesco vi un arco blanco rústico y detrás una casa rosa. Decidi dar un paseo por el Edimburgo de los escondites.

Es muy dificil describirlo con palabras. Me encontré de repente en el escenario del mejor cuento de hadas que os podéis imaginar, parecía que se me iba a aparecer el hada madrina de cenicienta. Plantas que respiraban y se movían y producían un sonido como diciendo “todo va a estar bien”. Temperatura y humedad perfectas, niebla mística, viendo cada tuberia, cada mancha como si alguien lo hubiera puesto ahí para atiborrar mi gozo.

Me iba dejando llevar por callejuelas, según se me antojaba por intuición o algo que llamaba mi atención visual, un mensaje en el viento, etc. Ese lugar ha estado ahí siempre, en la calle paralela por donde paso todos los días, pero como sigo movimientos mecánicos, no se me ocurre meterme por un arco que lleva ahí... Di la vuelta entera y me encontré al otro lado del tesco, parecía un pueblito eso, me senté a pensar y a disfrutar de todo lo que estaba descubriendo, porque los pensamientos no dejaban de fluir como una fuente inagotable de vida.

NO podía dejar de pensar en verde. Lo tenía, (lo tengo) la verdad y el poder de ver la esencia de cada cosa, todas mis angustias estaban reducidas a la nada y a partir de ahí le presté atención a otros detalles, no por ello menos importantes, como por ejemplo lo viciadas que estan las palabras. “Miedo” no significa temor a las consecuencias, sino pereza por afrontar lo desconocido.

No dejé de fumar de milagro, me llegó la pura inspiración desnuda para hacerlo. Pero no quería estropear el momento, aunque quizá lo hubiera mejorado.

Estaba muy muy a gusto. Llevaba un vaso de agua, lo deje en el suelo y pensé, “me voy a mover y siempre puedo volver a este punto donde está el vaso”. Vi a unos chicos y les pedí un móvil para llamar, quería contactar a mis compañeras de nave para ver si les estaba pasando lo mismo que a mí. Todavía no se nada de ellas, ¡¡chicas... un beso!!

Los chavales estaban en un portal, iban a subir a una flat party y no querían que fuera con ellos, subieron todos y me quede hablando con uno, entonces llegó mas gente y subimos todos. Y arriba todos se preguntaban entre sí que de dónde había salido yo. Estaban pinchando techno y había como unas 15 personas en una sala. No podía hablar en inglés y empecé a escribir en la libreta “LSD natural” “I’m in a glorious trip where I do whatever takes my fancy” y ese fue mi pasaporte.

Me aceptaron muy bien, se preocupaban en todo momento… decían que yo era amazing, me decían palabras en español para ser majos. Las chicas querían ser mis amigas, los tíos querian follarme, desde el respeto siempre. Ahora sé que tenía un poder, que estaba realizando una transformación tan fuerte que se desprendía a través de mis ojos y de mi piel.

No podía parar de escribir en la libreta. Con un piti y una Budweiser fría estaba vislumbrando cada cosa, detalles del ser humano, cuestiones de la vida cotidiana… y lo apuntaba por miedo y asombro ante mi nueva capacidad, como si al día siguiente no pudiera volverlo a recordar. La mayoría eran cosas que ya sé, pero que necesitaba recordarme de nuevo.

Pensé en las personas que están cerca de mí (aunque lejos en la distancia) y analicé cómo actuaba últimamente con ellas. Vi cada error y también su solución. “Cuanto mas aprendo, más me acuerdo de ti”, escribí en la libreta pensando en Aida. También pensé en la Marian y el Tauri, porque me sentía un chamán como él.

Los chavales alucinaban conmigo, porque estaba siendo totalmente natural como un animal portentoso o sofisticado, instintivo, feliz. Total, no hay nada que perder y tannnto que ganar. Ellos analizaban mi comportamiento y yo el suyo y por suerte nadie hizo preguntas convencionales. Les dije que era campesina y les enseñe las uñas llenas de tierra. Se lo creyeron o lo fingieron, quién sabe.

Las vistas desde la ventana eran la polla, el amanecer, la mezquita enfrente, las iglesias de agudas puntas... mi cerebro no podía resistir tanta belleza. Pero se acercaba el momento de moverse.

Quería palomitas y ese fue mi pasaporte para salir de allí. La calle estaba en silencio, ni personas ni coches. Decidí volver a los pasadizos secretos, escogí caminos al azar y otra vez vi cosas bellísimas. Un laberinto gris, jardines curradísimos, vallas de alambre oxidado. Era la fiesta de los pájaros y parecía que no notaban mi presencia. Uno se asustó, porque yo estaba de pie, a la vuelta de una esquina de una finca, quietísima, por no sé cuánto tiempo. El avecilla se paró a comer inocente hasta que me vio y le faltaron alas para volar.



Tampoco somos tan peligrosos, no? deben pensar que estamos majaras.

Descubrí una calle muy extraña escondida que tenía la calle asfaltada como si tuviera ondas por debajo, como si fueran olas del mar congeladas. Cuando volví a la calle principal me di cuenta de la alfombra de asfalto que pisamos cada día como si siempre hubiera estado ahí y comprendí la palabra asfalto en todo su significado y nuestro papel como autovíctimas. La humanidad responde al patrón de un virus que se desarrolla hasta autodestruirse.

Llegué a mi casa y el encanto no se esfumó, pensaba que mi habitación me traería de vuelta a todos los problemas, pero no fue así. Me hice la manzanilla, me metí en cama y en ese momento supe que tenía las riendas de mi vida otra vez. Eran las siete, me quedaban tres horas más de pedo, según el boticario, pero me quedé dormida entre dulces cavilaciones.


EPÍLOGO

Drogarse sólo es un camino, no es el mejor, pero a veces realmente hace falta. Sería mejor no necesitar un viaje de estos para llevar las riendas de tu vida, claro está. Pero si estás estancado y una cosa de estas te lleva al mejor lugar donde puedes encontrarte, dime, ¿por qué no? Y sobre todo a un estado mejor el día siguiente al despertarte. Los pensamientos culminados que alcanzaste ¡nadie te los puede quitar!

Entiendo que mucha gente sea reticente a tomarse un alucinógeno. Pero no lo hacen porque tienen miedo. Por culpa de las convenciones sociales (los poderosos no pueden permitir que todo el mundo conozca tantos secretos) y temor a viajar a lo desconocido. En realidad, es un lejano lugar, pero está en tu interior, donde están confinados los tesoros que nos negamos a recordar a diario.

También miedos falsos como que no vas a ser dueño de tu propia mente, cuando en realidad vas a serlo más que nunca. Dicen que sólo es una ilusión mental. Puede ser. Pero yo sólo sé que estoy escribiendo esto de vuelta de mi viaje y que lo guardaré como un conjunto de enseñanzas que espero me sirvan toda mi vida.

He de confesar que al principio me arrepentí mucho de habérmelo tomado, porque las tres horas de digestión no se las recomiendo a nadie. Pero ya terminada la aventura y desde la perspectiva de una persona de resaca, no me arrepiento en absoluto. Todo lo contrario, menos mal que lo hice, mi yo interior sabía que lo necesitaba. Pero la próxima vez, químicos, eso sí. Los químicos son los hijos de sustancias milenarias. La naturaleza es sabia, pero la química tambien, y mucho. Se trata de naturaleza mezclada y diseñada para nuestro placer. Disfrutemos de los avances científicos de nuestra era.