Vistas de página en total

13 abr 2014

Morá



Nada es igual que de normal. Ahora te das cuenta de que existe un estado normal y este no es. Mi mundo interior ha cambiado, se está contorsionando y tomando su verdadera forma. Ahora mi mundo es el protagonista único. Esto me asusta porque pasa pocas veces: lo tengo sentado ahí, a la altura de mis ojos, mirándome, inquisidor y tierno. Y no quiere estar callado, quiere expresar todas las cosas que no pudo decir en mucho tiempo.

Es el momento de quejarse (me sobrecoge).  Es el momento de desechar las cosas que nos alejan de nuestra esencia prima. Es el momento de decirme porqué está triste y de sacar otras cosas importantes de verdad, que están ahí pero la rutina las mantiene dormidas, tan ocupados todos en cosas que son secundarias en realidad.

Es el momento de analizar los temas uno por uno, desde la alegría extrema o desde la impotencia y la tristeza. Con su voz afectuosa va desbrozando, punto por punto de cada tema y entiendo las cosas de otra forma. Descubro matices que estaban subyacentes.

Estoy relajado y a la vez pensando muy deprisa, porque esto ya no puedo pararlo. Me desconecto del paso del tiempo, que me da absolutamente igual, más de dos horas llevo así. He dejado mis tareas normales y las he cambiado por esta cara de feliz.

Pienso, "esta es realmente mi onda, es como mi mundo y mi filosofía llevada al extremo. Ahora entiendo porqué se fuma tanto. Esto es el mundo de Jauja total".
Sin embargo es individual, porque las personas de mi alrededor ya no son de confianza, no sé porqué, no me fío de ellas. Creo que se han convertido en violento espejo de mi reflejo. No lo puedo soportar".

Mi cuerpo, normalmente hiperactivo, protesta porque no me puedo mover. Mi mente va por su cuenta, hay una confrontación por la ruptura con mis procedimientos vitales normales. Quiero volver a ser normal, la única cosa que pido.

Decirme que no lo puedo tener hace que ya sea un poco mío. No neguemos lo contrario. Personas encerradas en cárceles sociales, en medio de todas yo. ¿Qué pasa? ¿Por qué no aguantas tu reflejo? ¿Quién te quiere comer? Son unas presencias que no se pueden ver ni oír, pero si te concentras las detectas. Unos seres mitad monos mitad diablos, en su onda burlona y estafadora.

Cualquier tontería se convierte en punto clave de planteamiento y análisis. Toda mi atención para esta chorrada, importancia suprema omnipotente pero sólo hasta los diez segundos después, cuando otra tontería se convierte en la reina. Ideas que solapan ideas. Pienso en un mensaje universal subliminal y la grandeza de la Tierra me hace sentir pequeña.

Y a diferencia de la gran mayoría fumadora, no tengo ganas de comer, me lo niego, porque una parte inconsciente de mí quiere seguir despotricando en esta inmundicia. Quiero parar esta lucha, quiero despertar de esta pesadilla, han pasado cinco horas y sigo con la apatía distendida y los pensamientos como sapos disparados y propulsados a la charca que me impide pasar y me tengo que revolcar en ella.

No puedo escribir, a cada tres palabras se me olvida la idea que quería decir. Hasta mi música compañera me suena diferente. La analizo y llego a sentir hasta el lamento oculto del artista. Los mensajes subliminales (todo conjeturas) y me voy alejando y ya no me identifico con la canción porque no es la que yo conocía. Ay la desconfianza. Tengo parado hasta el embudo del amor. ¿Cómo puede quererme alguien si yo quiero desesperadamente tirarme por un puente?