Estoy fuera, lejos
de casa, más lejos que nunca. Salí a jugar al jardín y me perdí. Probé lo que
me dieron las ardillas malignas. Me perdí. Estuve jugando toda la noche, hablé
con ellos, les vi la cara en la oscuridad, los dueños de todo esto, pero sólo
querían verme un rato, cuando estaba más arriba. Corrí entre los caracoles
gigantes, los puentes de luces, las lianas mágicas, las mariposas, las madreselvas
y etcéteras. Salté, reí a carcajadas, volé, vi dos lunas, la verdadera y su doble, ignoré las estrellas y cuando el
alba llegaba, ya no sabía volver. Busqué y busqué, anduve, pero era todo territorio
hostil. Acabé en la falda de una montaña tirada y un demonio a mi lado todo el
rato, callado. Cuando miré arriba vi las ramas y les supliqué. Llevarme a casa.
Y como no me escuchaban, miré más arriba, donde se supone que están dios y los
ángeles, pero ahí no había nadie y no sé a quién le pedí. ¡Dejadme volver a casa!